lunes, 20 de abril de 2020

3. Parte del inventario de almacén

Luis, el tío de Juan ya no quería tenerle en su casa, por ello pasó otra temporada de nómada por la casa de la prima Mary, donde algunxs amigxs y algunas noches en los terminales de buses, resistiendo mientras dejaba hojas de vida con la esperanza de que ese titulo de bachiller ayude a conseguir algún empleo fijo. Hasta que un día recibió la llamada de supermercados Magda Espinoza, luego de las entrevistas y pruebas psicológicas, por primera vez a sus 23 años firmó un contrato laboral con seguro social, empezó en bodega y luego le dieron el puesto de perchero en el almacén ubicado en la cale Venezuela en el centro histórico, allí trabajó un año. Con el primer sueldo rentó un cuarto en el barrio El Calzado, en la misma casa la tía Flery rentaba un departamento y muchas veces le compartía comida.
El trabajo en supermercado no era fácil, a pesar de tener el cargo de perchero había que hacer de todo, desde limpieza, atención al cliente, perchas, bodega, descargar camiones y mensajero, el cuerpx andróginx de Juan no estaba preparadx para todo ese esfuerzo físico por ello tuvo un daño en la columna que jamás lo comentó por temor a perder el trabajo, como ya había pasado antes en ese sistema de producción masiva donde la persona solo es un objeto mas del inventario del almacén. Pero aquella lesión le limitara toda la vida, junto a toda su gestualidad afeminada era motivo de burlas de todxs lxs empleadxs empezando por lxs administradores, lo que para unxs era bromas para Juan eran insultos debido al contenido misógino y homofóbico. Entre el estrés, nerviosismo y mala motricidad su desempeño era deficiente según sus jefes que presionaban todo el tiempo.
A pesar de todo Juan disfrutaba mucho la atención a clientes, siempre atentx y educadx, los vecinos del centro histórico lo conocían y ubicaban para que les ayude con sus compras, en especial gente de tercera edad, en fechas especiales como navidad le dejaban cualquier presente. En los envíos a restaurantes debía llevar montañas de mercadería, solx o con otro empleado, casi siempre con un compañero llamado Víctor, aquel típico hetero flexible oportunista siempre tratando se sacar ventaja de las diversidades sexuales. Los dos empleados recorrían todos los días varios restaurantes y hoteles donde eran apreciados y recibían regalos como bebidas, postres, coqueteos y algún toqueteo de las diversidades que trabajaban en dichos locales. Con Víctor hubo cierto compañerismo fuera del horario laboral, entre chumas en bares rockeros y algunas salidas al ambiente gay, la farra continuaba en el departamento de Juan, ya avanzadas las copas sus cuerpxs solo se dejaban llevar por el momento, por supuesto que al día siguiente nadie recordará nada. 
El trabajo era fuerte pero el salario no tan bueno, además de descuentos de consumo y sanciones por caducidades que se  escapaban en percha y atrasos, Juan no podía disimular el cansancio físico y psicológico que se vio reflejado en su desempeño laboral, al cabo del año su contrato no será renovado. 


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